Es extraño. Son casi las dos de la madrugada y no quiero dormirme. Creo que empiezo a entender porque la gente pasa esta noche de fiesta, apurando cada minuto como si fuera el último: es que es una noche a temporal, lo que la hace mágica.
Durante unas horas, unos minutos, unos segundos...los contadores se ponen a cero y todo vuelve a ser posible. Durante unas horas el pasado, con sus errores y sus penas, queda atrás, y tenemos todo el futuro por delante.
Toda esa magia desaparece cuando al día siguiente te despiertas y es un día más. Por eso nos aferramos a esta noche con tanta fuerza y buscamos excusas para prolongarla manteniéndonos despiertos.
Y si ese insomnio lo compartimos con un buen amigo y unas copas mejor, tendremos alguien al lado con quien pasar de la risa, al llanto y a la exaltación de la amistad, para terminar viendo amanecer de vuelta a casa, con el corazón exultante de nuevos sueños y propósitos.
Y al día siguiente, como Cenicienta, despiertas y todo sigue igual, la magia desapareció y con ella el presente.
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